La talega de pan

Vivir solo pero…morir solo…solo.

Tápate los oídos.

Pon tus dedos índices taponando tus oídos y luego, cierra los ojos.

Así siento la soledad absoluta, el vacío, la nada.

Así creo que se siente la soledad.

La soledad más allá de la que se vive, esa que me da pánico y que me limita, mucho.

Déjame vivir solo pero rescátame cuando ya no pueda pedirte ayuda, ahí cuando más te necesite, no me dejes despedirme solo.

Rey de reyes felinos.

Calipso, cíclopes y sirenas.

Mi guerrero, mi talón de Aquiles.

Siete años con ella

y sólo una vivida.

Puto mundo sin ti.

Amigo gatuno merino.

Diarias risas y penas

Mi gordo, señor de ediles

huella tras huella

en mi pecho queda.

Injusto el mundo sin ti.

De esos días bajos, solo, ausente, llorando por ver sonrisas inocentes o el disfraz de dora la exploradora de mi Ruy, una llamada de mi mana Dioni o sencillamente la compañía de mi Ramón Bilbao …y al terminar imaginar tu abrazo cálido y sincero, tu abrazo papá, tu abrazo amigo, amiga, ye…de esos días bajos de abrazos por detrás que cambian lágrimas por sonrisas.

Siguió con su cita a ciegas sin ella en la playa de riscos con verodes y tabaibas

Acudía cada día a su cita con ella.

Sin exquisita puntualidad picando las ocho, se sentaba en la orilla de una pequeña playa de riscos con tabaibas y verodes.

Un libro por excusa para comenzar con esas miradas tímidas al balcón donde aparecía en lo alto.

Una silueta etérea delicada

Su sonrisa de soslayo

Un caminar de danza aérea

El brillo en sus ojos achinados

Y un café a distancia para ambos.

Y así un día…y otro, incluso en días de viento o lluvia o de amaneceres tardíos y es que aunque para ella él no existía, esa cita «a ciegas» era vida.

Vida de adultos, vida de idiotas

Vida de falsa grandeza, seriedad y de prisas.

La vida de verdad es una vida sin más.

Vida de confetis, vida de magia y de pelotas.

Esas mariposas por un beso en la mejilla

Las carcajadas por chapotear los charcos tras la lluvia

O el respirar hondo y despacio con la barbilla levantada y al alma tranquilita.

Y es que, aunque te joda, que sepas que hay seres de colores,

inocencia, lucha, ánimo, sonrisas, caricias, miradas, fuerza o calma chicha.

y no se te ocurra quitarles ni segundo de bondad, porque la vida, aunque a veces puta, vale la pena, y más si tienes la suerte de compartir los mundos de yupi con alguna de ellas.

Suerte del sol al verte rodearlo

Suerte de leer un mensaje con tu nombre

, del viento al poder soplar tu cometa

, de dejarnos tus frutos…

porque la vida es más linda si tú estás.

Suerte de escuchar tu risa.

Suerte de las noches contigo en vela,

de los días sin ti pero contigo,

de los que nos quedan…

porque hay personas que deberían ser eternas

y tú eres de ellas.

FELIZ CUMPLEAÑOS

Quedemos, quiero verte.

Sé que estás lejos, muy lejos, pero más pronto que tarde nos veremos.

Estoy construyendo una escalera que me lleve a tu cielo y poder verte, tocarte y no soltarte.

La estoy haciendo partiendo del mar para que el agua salada nos siga curando esta herida que no cierra por estar tanto tiempo sin ti.

Está alta, muy alta, pero ya sobrepasa las nubes y sé que estás cerca.

Es una escalera recia, no tambalea ni con el siroco de tu Aaiún, elegante, como al verte andar, una escalera honesta, sincera, valiente, fuerte, viva…hecha como si en ella tú cupieras.

Te veré pronto papá, la escalera, cuando toque, pronto estará.

Pasaste como un torbellino.

Pasaste desarbolando mi pelo alborotado y

arrugando mi ropa desaliñada, colocándome pendientes para el recuerdo y tatuándote en mi piel.

Pasaste con soplos de azahar y remolinos de aires frescos, anclando tu olor en mi camisa inundándola de verdad, de libertad.

Y quedaba tan bien pero al final pasaste.

Pasaste, siguiendo el orden natural del viento y dejando mi alma a tu paso llena de confetis de colores. 

Todas las mañanas pasaba por la acera frente donde yo esperaba.

Andaba elegante con una mochila vieja y un vaso con tapa, supongo con té. Desaliñada y pequeñita pero espigada, de pelo alborotado y oscuro y hoy con un traje corto, suelto al viento que le daba un aire de libertad. Péndula hipnótica que, seguro de fortuna llena a todo aquel que la pueda conocer.

Pero llevaba días que en el espejo del escaparate de la tienda de la esquina donde desaparecía hasta nuestro encuentro de la mañana siguiente bajaba la mirada. Era ese gesto que se hace cuando de vergüenza te invade el cuerpo, miras de soslayo, te sonrojas y titubeas.

Pasó rauda con el cuerpo encorvado y un paso a la izquierda con el pie cambiado hizo que cayera. Antes de que recuperara la verticalidad en el suelo estaba yo a su lado y de cuclillas agarrando su brazo le ayudé a incorporarse.

– ¿Estás bien?- le dije.

– Sí, gracias – Respondió con una pequeña sonrisa. Tenía el rímel ligeramente corrido y sacudiéndose el traje, dándome un tímido abrazo siguió su camino.

Jamás volví a verla y aún sigo con las ganas de preguntarle el por qué de esa mirada gacha ante ese reflejo por si me daba alguna solución a esa actitud que comparto hace mucho tiempo en el espejo de mi casa.